Nunca le habían regalado flores, y menos de semejante manera. Semejantes intenciones sólo se ven en mensajes ocultos codificados, que sólo son trasmitidos (y por supuesto, descifrados) entre ojos vecinos que no esconden más verdades. Si en un abrazo, ambas pupilas, escondidas bajo sus respectivos párpados, se encontraran en el universo paralelo de inmensidad, bailarían toda la noche con una sonrisa de tres metros. Y eso fue lo que hicieron. Y se repitieron el plato cuantas veces quisieron. No hubo impedimento ni impedimentos.
Quizás a nadie le importaba. O quizás a todos (los que somos y no somos), pero estaban conformes con ello (o con esto). O quizás todos sabían, pero nadie había dicho nada.
Pero tú sabes realmente todo lo que pasa. Lo percibes, lo adivinas, lo retratas en tu mente. Quizás es por algo que las cosas suceden. Porque todo destino es forjado por uno mismo. Lo de la ayuda, no lo niego. O si no, lo otro: era hora de que los bailes no estuvieran prohibidos en otras realidades.
¿Cómo saberlo?
¿Para que saberlo?
¿Vale la pena?
Estoy seguro que sí, es una certeza.
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36 127 106, 134 141 95 74 147 174 50 160.
Definitivamente.
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