sábado, 19 de febrero de 2011

tHat I would be good

Ya nunca sé lo que quiero. Presumí que quería sanidad mental y estabilidad, pero no bastó para soportar el peso del vicio mismo. Nuevamente volví al punto de partida, una vez más esa maldita pregunta. Pero ahora siento el poder de otra misión, que se apodera de mis pensamiento vagos. Hace tiempo que vivo de misiones, desde que me sentí un poco vulnerable al ataque del salvajismo humano. Desde entonces que he recuperado más que mi coraje, más que mi valentía. He ganado cosas que nunca antes pude haber imaginado, cosas muy valiosas. He perdido un par, pero nada que necesite ser almacenado en mi disco duro de sensaciones.

De misiones y otros cuentos, de aventuras, comienzos y finales. Siempre he logrado el objetivo que me he propuesto, no de manera descabellada y ambiciosa, si no con mi estrategia característica. Es cosa de planear, de ser astuto, de no tener miedo ni vergüenza, de caer y volar, volver a surgir; durante, mientras, cuando, antes, después. A veces, ya no quiero planear. Pero es inevitable. En las tardes, en las noches, mientras duermo. Cuando menos me acuerdo, surge ideas espeluznantes, pero tan ingeniosas, que siento nostalgia al no llevarlas a cabo. Ideas de un futuro indeciso, de un presente glorioso, de un pasado instantáneo. Del futuro que me seduce con sus paisajes ubicuos. Del pasado que ya no pena más, nunca valió nada. El presente es lo que tengo, y claramente, fue intencionado. Pero nunca sabré, hasta que se convierta en pasado, si fue bien- o malintencionado. Sigo con mis ideas de misiones, de planes, de estrategas europeos. De libros y música, de escritura y poesía, afinidades y noches de reflexión, de sueños reales. Todo está en mis manos, es cosa de jugar las cartas, de arrojar dados vacíos y tocar fondo. Bucear por lo más profundo mi mente. Volar por lo más alto de las pasiones. Caminar sin fin, por la piel agrietada con el paso de los años, que ya no tiene las mismas fijaciones que alguna vez logró, pero que ha ganado experiencia. Que no se excita más con el toque de una simple hormiga, ni de una hoja en otoño. Ni el de nadie que no le interese. Incluso hasta el toque ya no es tan necesario. Es algo más. Algo nuevo, nuevas tácticas, nuevos planes, nuevas misiones. De que sirve la vida si no es para experimentar más y más, hasta más no poder, más.

Y todo según mi filosofía de vida, es lo que consideraré correcto.

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