miércoles, 11 de mayo de 2011

En tabla periódica.

Siempre he sido un llorón impulsivo; mucho más, de lo que destinado tengo e infinitamente menos de lo que destinado creo. El calor de mis manos soy yo (y sigo-seguiré siéndolo siempre en esencia), más no el frío del día ni el anhelo insaciable de mi conciencia irracional, muerta de vergüenza por tu desentendimiento atípico aberrante. Tanta señal ajena, tanta ciencia, tanto otoño. Esa cotidianidad en plantillas y efemérides; y el viento eres tú. Impredecible e impersonal. Cerca, lejos de todo lo que nunca en mí cambia ni se transforma en similitud. Lo que siempre quiero y consigo a veces. Excepcional, espero por minuto en la puerta, en la ventana. Pero ya con derrota (o paciencia), me rindo a los caprichos de la banalidad humana; nuestra naturaleza nativa que exije y  apremia nuestra bendición.

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